Las calles de Katmandú son un laberinto vivo donde el pasado y el presente se entrelazan en un caos fascinante.
En el corazón de la ciudad se encuentran callejuelas laberínticas bordeadas por antiguas casas de ladrillo, templos budistas e hinduistas, y pequeños talleres artesanales. Aquí, el aroma de incienso se mezcla con especias locales mientras los sonidos de campanas y mercados crean un ambiente único. Entre sus rincones, las calles alrededor de la plaza Durbar destacan por su energía, con turistas y lugareños convergiendo en busca de recuerdos, comida callejera o simplemente para disfrutar del encanto caótico de la ciudad.
Freak Street, evoca una época en la que Katmandú fue el epicentro de la contracultura hippie en los años 60 y 70. Esta calle, ubicada cerca de la plaza Durbar, era el refugio de viajeros que buscaban espiritualidad, música y experiencias únicas. Aunque ya no tiene la misma mística de aquellos años, aún conserva cafeterías y tiendas que rinden homenaje a ese legado, ofreciendo un vistazo nostálgico a un capítulo fascinante de la historia de Katmandú.
Aún se sienten los ecos de esa época, con tiendas de artesanías, cafés llenos de mochileros y el aroma de incienso mezclado con los sonidos del tráfico caótico.
Katmandú, al igual que muchas otras capitales turísticas, ha experimentado un aumento significativo en el costo de vida, afectando profundamente a sus residentes locales.
El crecimiento del turismo y la afluencia de viajeros internacionales han impulsado la proliferación de cafés modernos, boutiques y alojamientos de lujo que, aunque atraen divisas, también encarecen bienes y servicios básicos. Para muchos nepalíes, especialmente aquellos de ingresos modestos, vivir en la ciudad se ha vuelto un desafío, ya que los precios de alimentos, alquileres y transporte continúan escalando, mientras los salarios no siempre se ajustan a esta realidad.
Este contraste entre la economía turística y la vida local plantea preguntas sobre la sostenibilidad y la equidad en el desarrollo de Katmandú.
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